Yazd, cuna del Zoroastrismo: una ciudad de tierra y fuego

Yazd nos da los buenos días y nos ponemos en marcha para visitar la ciudad, aunque no sin antes haber desayunado. Con yogurt, fruta, huevos y un poco de pan en el estómago salimos del  hotel. Uno de los principales atractivos de este lugar es el templo Zoroástrico del Fuego, donde arde la llama sagrada. Llegamos andando sin demasiado esfuerzo y nos llama la atención la cantidad de turismo que atrae este lugar, ¡hasta hay autobuses en la entrada!

El templo del fue construido en el año 1934 y todavía hoy acoge a peregrinos y devotos de esta antigua religión. El diseño del templo es sobrio, quizá para destacar la figura alada del dios Ahura Mazda que se encuentra en la fachada principal del edificio. Frente al templo hay un pequeño estanque. No perdemos mucho tiempo en el patio central y enseguida entramos al templo deseosos de poder admirar el fuego sagrado. La llama se encuentra en una vasija metálica detrás de una vitrina de cristal que lo protege de ser contaminado por el aliento de las personas. Este fuego sagrado lleva ardiendo desde el año 470 después de Cristo. “¡Cómo es posible!”, uno se pregunta.

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A la salida del templo cambiamos dinero en un banco cercano y volvemos al centro de la ciudad. De camino, dos hombres que parecen nórdicos por su tono de piel y color de pelo nos preguntan por el templo del fuego. Inmediatamente después vemos cómo una mujer que iba en moto junto a su marido sale volando por los aires. Lo más impactante de todo es que no nos sorprende nada. Lo que realmente nos sorprende es que no se choquen más veces. El estilo de conducción iraní hace que sea todo un deporte de riesgo moverse en coche por la ciudad. La accidentada parece que está bien y ya la están socorriendo así que seguimos nuestro camino. Después de caminar durante horas y discutir largo rato conseguimos llegar a los jardines Bagh-e Dolat, donde se encuentra la torre de viento más alta del mundo (33 metros). Abundantes fuentes, vegetación, un poco de sombra y tranquilidad. Una buena combinación para dar un paseo y descansar del sol. Nos entretenemos con una pareja que es fotografiada al lado del estanque: él de pié y ella sentada en un tronco, los dos levantados, ahora él sentado y ella detrás, primero sonriendo, luego serios. ¡A la mayoría de  iranís les encanta hacerse fotos!

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Después de esta breve visita nos dirigimos nuevamente al centro de la ciudad para callejear un poco por el bazar y disfrutar de la plaza central con el complejo Amir Chaqmaq, uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Lo más llamativo de éste es que solo es una fachada, pues detrás de ella no hay nada más. De noche los colores y las luces favorecen notablemente al edificio.

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Decidimos comer algo rápido y después seguir hasta la zona antigua de Yazd, que es sin duda la más bonita. Recorremos sus calles paseando y parando de vez en cuando para hacer fotos. Los colores tierra, el sol y las sombras juegan para regalarnos imágenes absorbentes. Hay varias tiendas de artesanía y también podemos encontrar algún que otro café. En una de las plazas han preparado mesas con comida y la gente charla distraída.

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Pasamos un buen rato por el centro de Yazd y al volver a nuestro hotel volvimos a contemplar la iluminada mezquita del viernes, azul y preciosa.

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