A las nueve de la mañana llaman a nuestra habitación del hotel de Bohol (Filipinas), se trata del guía que nos llevará en un pequeño barco de motor a visitar dos islas cercanas. Rápidamente acabamos de vestirnos y nos dirigimos a la playa.

Navegamos durante media horita hasta que llegamos a Balicasag, la primera isla. En la costa se ven algunas embarcaciones. La arena en Balicasag es gruesa y hace daño a los pies. Hay mucha basura en la arena, no la tienen nada bien cuidada, y es una lástima.

El calor es insoportable así que lo primero que hacemos es entrar en el mar. Cogemos la careta de bucear y nos alejamos nadando. Pasados unos minutos un señor nos grita desde la arena. “Espero que lo entendáis pero esto es una reserva marina y aquí no se puede hacer snorkeling. Tenéis que ir más allá de las boyas”, dice amablemente.

Ningún problema, podemos ver peces fuera del área de la reserva protegida. Hay peces payasos que recuerdan al pececillo naranja de Buscando a Nemo, también abundan las estrellas marinas, además de algunos peces tropicales curiosos. Pasadas unas horas volvemos a subir al San Agustín, nuestro barco.

La siguiente parada es en Virgin Island. Es una isla privada, sus propietarios: Ramón Rodríguez y su mujer Digna Cloribel.

Lo peculiar de Virgin Island es que una larga cola de arena blanca se extiende y adentra en el mar desde los dos extremos de la isla. Encima del cordón de arena hay unos puestecillos en los que venden cocos y erizos de mar. No cubre nada y se pueden ver medusas y conchas de colores pastel. Nada más pisar la arena, diferentes comerciantes intentan vendernos perlas y corales. Hay algunas turistas haciéndose fotos y nadando divertidos entre las algas. Es una imagen realmente paradisíaca.

A media tarde dejamos atrás las preciosas playas de estas dos islas y volvemos a Bohol. Hemos pasado ya demasiado tiempo al sol, estamos quemadísimos.